Es muy sano y provechoso fijarse metas y objetivos. Cuando uno no levanta la mirada para ver a donde va, es muy probable que se tropiece con algo. Además, las metas nos proponen desafíos que nos animan a avanzar y nos ayudan a tomar decisiones. Cuando no tenemos un destino definido, cualquier tren nos viene bien, y corremos el riesgo de viajar mucho sin llegar a ningún lado. Pero si tenemos en claro a donde vamos, sabremos decirle que no a aquellas cosas que nos alejen del lugar al que queremos llegar.
De la misma manera es bueno, de tanto en tanto, echar una mirada al pasado. Recordar errores para no volver a cometerlos, pensar en momentos importantes que nos marcaron o en personas significativas que tal vez ya no están. Mirar para atrás también nos permite ver el camino que ya recorrimos, tomar consciencia de todo lo que tuvimos que pasar para estar en donde estamos, y ser agradecidos.
Sin embargo, y sin desacreditar lo antes mencionado, es importante entender que solo tenemos control de dos esferas de nuestra vida: el acá y el ahora.
Lo que pasó lo podemos recordar, podemos usarlo para aprender, podemos intentar entender, lo podemos aceptar… pero no lo podemos cambiar.
Lo que viene lo podemos visualizar y nos puede impulsar a avanzar, convirtiéndose en el motor de lo que hacemos hoy. Pero… ¿qué va a pasar el año que viene? ¿mañana? ¿dentro de 5 minutos? No lo podemos saber.
Estamos limitados a estar en un único lugar a la vez, y a tener control solo de nuestras acciones presentes. ¡Y eso está perfecto! Sabernos finitos y con limitaciones nos permite entender que no podemos hacerlo todo, ni cambiarlo todo. No podemos hacer nada para cambiar el pasado, ni podemos saber qué va a pasar en el futuro. ¡Ni siquiera sabemos lo que pasa ahora mismo en la habitación de al lado! Así fuimos diseñados, y comprenderlo es liberador. Te recomendamos comprar tu favorito a precios súper bajos con envío gratis, y además puedes recoger tu pedido en tienda el mismo día.
A veces pretendemos tener el control de todo y nos esforzamos para que cada cosa salga según nuestros planes. Otras veces nos aferramos al pasado; ya sea por cosas que añoramos y no podemos superar, o por heridas que no permitimos que sanen. Pero si entendiéramos que lo que pasó, ya pasó; y que lo que viene es incontrolable, estaríamos soltando una mochila insoportable de frustraciones, remordimientos y ansiedad.
Esto no significa que no debemos ejercitar la memoria y repasar hechos pasados para ganar experiencia. Tampoco implica dejar de fijarnos metas o de encarar proyectos. Se trata de entender que el tiempo que tenemos y el lugar en el que este tiempo nos encuentra son regalos, presentes. Y los regalos son para disfrutarlos. Estamos acá, y el momento es ahora. ¿No es maravilloso?