¿Es posible cambiar de opinión?

¿Te resulta difícil escuchar a alguien contradecir tu opinión? A mí no me es fácil. Disfruto mucho ver videos, escuchar entrevistas y cantar canciones que avalan y respaldan mis convicciones, pero cuando alguien sostiene algo que me confronta y contradice mi manera de pensar, me incomoda. ¡No quiero que nadie me moleste con ideas diferentes a las que ya me acostumbré a sostener!

Si bien somos parte de una generación que está a gusto sin sentirse confrontada y que no tolera exponerse a las crisis de replantearse las cosas, hay estudios que sugieren que hay cierta predisposición natural a resistirse a los cambios de opinión.

¿Por qué cuesta tanto?

Según la neurociencia, cuando a una persona la contradicen o la exponen a argumentos opuestos a ideas preestablecidas, el cerebro se pone a la defensiva. Por el contrario, cuando lo que recibe es una confirmación acerca de una opinión, libera hormonas que generan placer y satisfacción.

Esto presenta un panorama en el cual la posibilidad de cambiar de postura parece casi imposible. Pero, de todas maneras… ¿Cuál sería el problema? ¿Qué tiene de malo tener “convicciones firmes”?

Bueno, el inconveniente se presenta cuando estamos hablando de convicciones que no tienen profundidad. Por supuesto que es bueno y sano sostener principios estables y poseer valores que no sean corrompibles. Pero la mayoría de las veces nos aferramos a posturas simplemente porque estamos acostumbrados a sostenerlas, porque gente que nos cae bien piensa de esa manera, o porque coincide con la opinión de la mayoría. De este modo, nos convertimos en acérrimos defensores de ideales prestados y de pensamientos que quizás nunca nos detuvimos a pensar.

Hay quienes son capaces de pelearse con sus seres queridos por una postura política o ideológica. Y aunque no tengan fundamentos, no puedan argumentar al respecto y no posean sustento para sus afirmaciones; pueden defenderlas con mucha intensidad. Estas personas se ofenden frente al mero cuestionamiento de sus ideas y anulan así cualquier posibilidad de diálogo.

Problemas de no tener la capacidad de cambiar de opinión

Es un asunto serio. En primer lugar, porque si nos encerramos en nuestra forma de pensar, nos perderemos la oportunidad de seguir creciendo. El aprendizaje, en muchas ocasiones, implica cambiar de opinión. Cuando era chico creía que había un monstruo debajo de mi cama. Cualquier cosa que caía en ese oscuro lugar era abandonada para no exponerme al peligro de enfrentar a la bestia. Noches enteras me costó dormir porque ante el mínimo sonido me imaginaba que el monstruo estaba preparándose para atacar. Pero el tiempo pasó, yo crecí, y descubrí que no había nada peligroso debajo de mi cama (salvo, quizás, algunas medias sucias). ¿Cómo lo supe? Tuve que permitirme dudar, y luego animarme a mirar. No me llevó mucho tiempo averiguarlo. Y ese pequeño hallazgo significó crecimiento. Pero debí dejar atrás mi antigua manera de pensar. Fue duro admitir que estaba equivocado; que mis padres (y no yo) tenían razón cuando me contradecían. Pero cuando fui capaz de abandonar mi infantil postura, crecí.

En segundo lugar; porque si no desarrollamos el hábito de cuestionar las ideas y de buscar evidencia ante las afirmaciones, vamos a ser manipulados fácilmente. Y, lamentablemente, hay muchas personas muy interesadas en manipular a aquellos que no están dispuestos a analizar ni a cuestionar sus opiniones.

En tercer lugar; porque el fanatismo es peligroso. Un fanático es alguien que siente más de lo que piensa; y cuando uno no piensa es capaz de hacer cosas tontas. Hoy en día muchas personas no solo se niegan a escuchar una opinión diferente, sino que, además, intentan que los que piensan de otra manera no puedan expresarlo. Algunos para lograrlo son capaces de utilizar la violencia. La censura, el autoritarismo y la tiranía, siempre son ejercidas por personas que no conciben que haya otros que opinen diferente.

Los beneficios de ser capaz de seguir creciendo

Las personas que aceptan que cambiar de opinión es difícil, pero que aun así permanecen abiertas a esta posibilidad, y se esfuerzan para animarse a escuchar nuevas ideas, analizar sus propias convicciones y reflexionar sobre todo antes de tomarlo por cierto, se encuentran en constante crecimiento. Además, son más felices, porque dejan de lado la pasada carga que significa el tener que defender a rajatabla las ideas; ofenderse con facilidad y no concebir el hecho de estar equivocados. Todo esto es muy desgastante y nos convierte en personas amargadas.

Existe un punto medio entre no tener convicciones y tener la mente cerrada; un lugar en el cual uno puede poseer valores firmes y profundos, y a su vez entender que es ignorante sobre infinitos asuntos y tiene mucho por aprender. Cuando logramos ese equilibrio, podemos disfrutar de la firmeza que nos brindan las convicciones, y las posibilidades de crecimiento que nos da el ser flexible y estar dispuesto a aprender y a cambiar.

Quizás también te interese...