En la actualidad podríamos decir que el celular se ha convertido en una extensión de nuestro brazo. Es algo que podemos ver cotidianamente cuando salimos a la calle. Si nos animamos a despegar la vista durante unos instantes de nuestro teléfono, podremos realizar el divertido ejercicio de contar cuántas personas a nuestro alrededor están hipnotizadas por las pantallas.
No podemos negar que es bastante atrapante ¡Todo está en nuestro celular! Diversión, información, conocimiento, herramientas para facilitarnos la vida, consejos prácticos para todo tipo de situaciones. Hasta las transacciones de dinero y los trámites se resuelven en unos segundos recurriendo a nuestro smartphone. Siglos de avances tecnológicos conviviendo en perfecta armonía en un cómodo aparato portátil que, por si fuera poco, nos permite registrar cada momento de nuestra vida en videos o fotografías de super archi mega alta definición.
Por supuesto que, al ser un objeto, el celular no es ni malo ni bueno. Pero los usuarios podemos convertir la navaja suiza del siglo XXI en un filoso y peligroso cuchillo, si no somos precavidos con el uso que le damos.
En los últimos diez años el tiempo de utilización de los smartphones aumentó increíblemente y pasó de un promedio de 15 minutos al día en el año 2013, a un aproximado de 5 horas diarias en 2023. Además, los usuarios revisamos entro 80 y 110 veces al día nuestro celular en busca de notificaciones o nueva información. Las charlas de sobremesa de años atrás han dado paso a prolongados silencios, mientras los integrantes de la familia reunidos alrededor de la mesa interactúan con personas que no están presentes, enredados en redes sociales que les impiden socializar.
Sin dejar de reconocer los aportes que los smartphones pueden brindar a nuestras vidas, debemos meditar en el hecho de que las ventajas que nos ofrecen son tantas como las desventajas de usarlos excesivamente.
¿Cómo podemos disfrutar de los beneficios de esta joya tecnológica sin volvernos dependientes?
Lo primero que debemos hacer es analizar nuestro comportamiento y hacer un diagnóstico preciso: ¿Pasamos demasiado tiempo con el celular? ¿Lo utilizamos para resolver todas nuestras dudas sin apelar a otras fuentes ni a nuestra memoria? ¿Nos ponemos impacientes cada vez que recibimos una notificación? Cuando estamos con alguien ¿tenemos la capacidad de desentendernos del teléfono y prestarle atención exclusivamente a la persona con la que estamos compartiendo tiempo? Cuando tenemos un tiempo muerto (en el ascensor, salas de espera, en el baño, esperando que nos atiendan en un local, etc.) ¿automáticamente sacamos el celular para distraernos?
Seamos honestos y hagámonos todas las preguntas difíciles que creamos necesarias.
Luego de este análisis personal, si nuestro diagnóstico dictamina que no estamos siendo del todo moderados, hay algunas medidas que podemos tomar para contrarrestar el uso excesivo de nuestro teléfono celular.
- Aprovechar las aplicaciones de monitoreo que ofrece nuestro smartphone: Sí, paradójicamente, la primera medida requiere del uso del polémico aparato. Es que nadie sabe mejor que él cuánto tiempo pasamos utilizándolo. Todos los celulares tienen un servicio de bienestar digital que nos permite conocer la cantidad de minutos que pasamos en cada aplicación, y nos da la posibilidad de bloquear y limitar el uso de ciertas funciones. Averigüemos como acceder a esta función en nuestro teléfono y saquémosle provecho.
- Siempre que podamos desactivemos las notificaciones y silenciemos nuestro teléfono; Sobre todo, si nos proponemos compartir tiempo con alguien.
- Evitemos las aplicaciones adictivas que nos hacen perder la noción del tiempo (seguro sabés cuales son.)
- Cuando vayamos a dormir, dejemos el teléfono en otra habitación. Si, ya sé que lo usamos para despertarnos. Pero antes de la aparición de los celulares existían otros recursos que aún están a nuestra disposición. Consigamos un radio reloj o un reloj con alarma.
- Utilicemos relojes clásicos para ver la hora en nuestra casa, y ¿por qué no? Un reloj de muñeca para cuando tengamos que salir.
Seamos lo suficientemente inteligentes como para aprovechar los beneficios que los avances tecnológicos nos permiten disfrutar, sabiendo al mismo tiempo identificar y prevenir los riesgos que conllevan. Si así lo hacemos, quizás en algún momento, podamos volver a valorar una buena sobremesa, o una charla con miradas sinceras.